2 oct 2010

Die Welle


Había abandonado un poco el hábito de ponerme a escribir sobre películas que haya visto recientemente. En parte explica ese abandono el hecho que no estuve viendo muchas películas interesantes, pero sólo en parte.

Anoche vi Die Welle, (la ola, en español), una película alemana de 2008 que me había recomendado Flo, la usina del cine independiente e intelectual del grupo. Si algún lector de este blog está desprevenido, le comento que en un grupo de amigos que estudian Relaciones Internacionales y Ciencia Política abundan las películas con contenido político. Son más las veces que consumimos ese cine, que las veces que nos lobotomizamos con una pochoclera o vemos The Twilight Saga (que no quita que las veamos, con mucho placer y encanto).

En fin. Continúo con mi línea original. Anoche vi Die Welle, la historia de un profesor de Política que en un colegio secundario alemán es asignado para dar como clase especial, un “proyecto semanal”, la Autocracia. Lo que comienza siendo un ejercicio para que los chicos comprendan la esencia de una dictadura termina yéndose bien al carajo. El profesor, Herr Wenger, articula su semana de clases en tres ejes:

- El poder a través de la fuerza y disciplina

- El poder a través de la comunidad

- El poder a través de la acción (*)

La idea principal es que los mismos alumnos creen que una dictadura es imposible en una sociedad como la alemana de hoy, que ya se ha aprendido de los errores del pasado y que los ciudadanos son más inteligentes hoy como para dejarse arrastrar por un movimiento de esa naturaleza.

No sólo se ve en la película cómo en una semana pueden cambiarse esas preconcepciones, sino que (creo que aquí radica el valor de la película) nos muestra que repetir frases no es vivir de acuerdo a valores democráticos. La fraseología democrática está a la orden del día, con discursos que llaman a defender la democracia ecuatoriana, en contraste con el escaso ejercicio democrático que mostramos en nuestro propio país.

Muchos ya lo dijeron y lo reflexionaron por nosotros, las formas de gobierno están muy cerca unas de otras. Es muy delgada la línea que separa una Monarquía de una Aristocracia, una Dictadura de una Democracia. La zona de los grises es la más peligrosa de todas me parece…

Sucede que muchas veces conocer las reglas de juego nos permite acomodarlas a nuestra voluntad. ¿A qué me refiero? Bueno, en primer lugar a que la gran mayoría estamos de acuerdo en que es mejor vivir democráticamente que de otro modo, pero evidentemente hay quienes no lo creen así. Sin embargo, la defensa ciega de la institucionalidad democrática no nos debe velar el hecho fundamental que siempre se puede mejorar un poco más. No nos conformemos con una democracia a medias, a eso me refiero.

Por otro lado, esta defensa de la institucionalidad es un arma de doble filo, porque traza un límite muy preciso fuera del cual se es anti-democrático (y recordemos que la mayoría estamos de acuerdo en que preferimos vivir democráticamente). Sea una democracia a medias, una democracia plena o una democracia formal, tan pronto como un “ousider” la amenaza o la desestabiliza, el valor supremo de la Democracia es lo que debe ser defendido. Esto lleva a alineamientos políticos que en otro caso serían impensados, como sectores opositores o incluso referentes políticos antagónicos defendiendo una institucionalidad democrática que, diariamente, en realidad retrucan.

El trazado de fronteras es siempre un acto excluyente, eso es algo que se puede ver muy claramente en La Ola y que lo está al alcance de nuestros ojos permanentemente. La propia creación de nuestra identidad está basada en el trazado de fronteras, todo lo que somos puede ser definido por lo-que-no-somos.


(*) La película está en parte basada en una historia real, un ejercicio que en 1967 llevó adelante un profesor en California y que él denominó "La tercera ola".

No hay comentarios: