Mostrando entradas con la etiqueta Política. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Política. Mostrar todas las entradas

13 abr 2011

El Traje de Lula

Pareciera que pasó mucho tiempo desde que se leía por doquier el avance de la izquierda en América Latina, después de una década (y monedas) de gobiernos liberales confesos, asumió en 2003 en Brasil la presidencia un ex líder sindical del sector metalúrgico de Sao Paulo: Lula. Fundador del Partido de los Trabajadores (PT) y vinculado en su juventud con la izquierda que resistía al poder de turno, perdió tres veces la carrera por la presidencia, en 1989, 1994 y 1999.

Con escepticismo se recibió a este nuevo gobierno, y pronto todos se enamoraron de este gordito simpaticón, que cambió la remera por el traje y recibió el mando presidencial de Fernando Henrique Cardoso (que merece una nota al pie casi tan larga como este texto entero). El modelo Lula se convirtió en una marca registrada. Elegido personaje del año por diversos medios periodísticos, de diversos países y en repetidas oportunidades. Su política económica se jacta de haber sacado a 50 millones de brasileños (más que la cantidad de habitantes argentinos) de la pobreza absoluta, fue la cara visible del Brasil potencia emergente que negocia en la mesa chica de los principales regímenes internacionales. Aunque ya no esté en la presidencia, el modelo Lula sigue vigente en Dilma Rousseff.

¿Cómo no querer aprender algo de este modelo? ¿Cómo no querer aprovechar sus ventajas? Es así que tenemos hoy dos casos patentes de candidatos presidenciales de países latinoamericanos que, emulando a Lula, se pusieron el traje. El primero de ellos fue en 2009 José “pepe” Mujica, candidato del Frente Amplio a la presidencia de Uruguay, que en plena campaña asumió que la primera vez en su vida que se ponía un traje era para visitarlo al presidente brasileño. No es una metáfora, "Si será grande Lula que hasta traje y corbata se puso; eso sí que es heroico", dijo el pepe.

El Pepe, ex guerrillero Tupamaro, asumió la presidencia uruguaya.

El modelo Lula termina de confirmarse como una marca en estos días, cuando el Diario El País publica una nota sobre el cambio de perfil del candidato a Presidente en Perú, Ollanta Humala titulada “La metamorfosis de un caudillo”. El ex militar peruano se candidatea por segunda vez, y aconsejado por el asesor de Lula, João Santana, cambió su imagen y se puso el traje. En 2006 se lo vinculaba estrechamente con el modelo bolivariano de Chávez y un nacionalismo férreo basado en su retórica anti-neoliberal y su militancia en el Partido Nacionalista Peruano. Hoy se muestra moderado, enviando mensajes de tranquilidad a los inversionistas extranjeros. La segunda vuelta electoral (que lo enfrenta con la hija del ex Presidente Alberto Fujimori, contra el que Humala lideró un levantamiento en sus años de militar en 2000) nos develará si este modelo es tan exitoso como parece, o no.

Aún a riesgo de caer en simplificaciones y lecturas superficiales, cambiar la imagen de un político en campaña no es sólo retórica y carisma en la tele. Implica mucho más. Bajar el nivel de confrontación, acordar con sectores que otrora estaban en la vereda de enfrente, abandonar (¿parcialmente?) la ideología de la juventud y volverse pragmático. Esas parecieran ser las lecciones sobre la mesa, que las tome el que las quiera tomar.



* El dato de color: el traje que usara Lula para asumir la presidencia en 2003 fue subastado por U$S 285.ooo

3 abr 2011

De colonias y metrópolis

El mundo del cine ha explotado la temática colonial desde varios ángulos y con mayor/menor profundidad. En este caso voy a referirme a dos películas franco-africanas de 2010, que tratan dos historias diferentes pero con ciertos puntos de contacto: Hors la loi (Fuera de la ley), film franco-argelino que compitió como mejor película extranjera por los premios de la Academia; y Un homme qui crie (un hombre que llora), producción franco-belga-chadiana.

Lo que encuentro especialmente atractivo de las películas por fuera de las mainstream, llámese independientes, cine europeo, o como sea, es que son pequeñas historias en las cuales el director dispone de tiempo y espacio para que el espectador pueda empaparse de la historia, mimetizarse con la forma de pensar de los personajes, comprender su idiosincrasia (a veces) y apreciar su idioma. Últimamente no paro de prestar atención a la cuestión idiomática en el cine europeo. En Bucarest 12:08 por primera vez escucho hablar en rumano, y encuentro muchas palabras latinas, un parecido sorprendente con el italiano (que destacó Dipló) y expresiones típicas del alemán.

Hors-la-loi no es la típica película europea. El timing que maneja el director por momentos es pausado, por momentos es más rápido al estilo de las grandes ligas del cine. En cambio, la cuestión idiomática es fascinante: la constante confusión del francés y el árabe en Argelia, y luego en el corazón de la metrópoli (Paris) habla por sí misma. Son argelinos, nunca van a ser franceses ( y lo que le da un valor especial es que la película transcurre en los años en que la lucha por la independencia argelina no había finalizado). Hablan el francés como lengua oficial, es la lengua que les enseñan en las escuelas, la lengua que deben utilizar si realizan trámites, pero su lengua materna es el árabe y en la intimidad del hogar, el núcleo de pertenencia y de identidad primaria, son árabes.

Un homme qui crie sí tiene el ritmo típico de la película europea, que por ahí hasta me hace acordar a los silencios incómodos de misa. Quizás faltó algo para terminar de darle la vuelta a cada personaje, pero tampoco seamos vagos, podemos ponernos un poco en su lugar y apelar a nuestras herramientas y veremos que son el reflejo de una sociedad al borde del abismo en un país sumergido en la Guerra Civil, donde la pobreza (extrema) contrasta con una pretendida modernización al estilo capitalista. Chinos que compran resorts, chadianos que quedan sin trabajo a los 50 años, jóvenes sin un futuro cierto.

Especialmente sorprendente es la naturalidad con que el protagonista le pregunta a Djénéba de dónde viene, de Mali. África central es un mosaico de países en crisis constante, con desplazados internos y flujos migratorios. Chad, donde transcurre esta película, limita al suroeste con la problemática región de Darfur, que concentra la atención internacional por la cantidad de desplazados internos y los horrores de una guerra sin tregua.

En esta película también se confunde el francés con el árabe. Y más que en hors-la-loi se nota la impronta colonialista de la francofonía, dado que el francés es una lengua de autoridad: se habla francés con el jefe, con el ejército, con los apenas conocidos. Tan pronto como nos acercamos a un nivel de mayor confianza y cotidianeidad, los personajes hablan en árabe: con su mujer, con su hijo, con aquel que considera un amigo en el ambiente de trabajo, con la vecina que siempre viene a manguear algo.

Si aún hoy, a 50 años de sus independencias, el cine (como expresión artística) nos muestra que persisten sociedades con estas dualidades, no debería sorprender a nadie una película como “Entre les murs” (2008). Francesa de pura cepa, reproduce esta dualidad en un salón de clases en el último arrondissement parisino. Son alumnos franceses, hijos de inmigrantes de ex colonias que hablan sus propias lenguas y tienen sus propios códigos.

El cine francés cuenta con tantos detractores como amantes (entre los que me cuento), pero si algo no podemos dejar de destacar, es que en una sociedad (y una clase política) a la que siempre miramos de reojo con un halo de desconfianza – por su histórica hipocresía en el tratamiento de la cuestión colonial – todavía se abren espacios para reflexiones como ésta.

21 feb 2011

Televisión ¿la sartén por el mango?

No es algo nuevo lo que me propongo expresar a continuación (novedad, diletante), tengo plena conciencia de que la influencia de la televisión en la sociedad es un tema tan trillado como la juventud y el alcohol.

Permítanse aceptar mis disculpas del caso y dense la oportunidad de repensar el actual vínculo

que nosotros, seres urbanitas, mantenemos con el mejorbarómetro - aunque dista mucho de ser un espejo fidedigno - de nuestra vida cotidiana que es la instaladísima y mal llamada caja boba.

Prácticamente todos los días en los diferentes canales escuchamos decir frases como "por decisión de la gente" o "momento histórico" refiriéndose, la gran mayoría de las veces, a sucesos más bien anecdóticos cuya trascendencia, medida cuidadosamente minuto a minuto, no llega a superar más que un par resúmenes super-editados por parte de programas hechos sobre la base de tapes ajenos a falta de contenido propio.

Pero como bien dice el viejo dicho: la culpa no es del chancho sino de quien le da de comer. Con esto quiero apuntar la mirada hacia el otro lado del show mediático: el televidente, la audiencia, el público.

Por ejemplo, es extendida la creencia en el mito de que cualquier sujeto que enciende la pantalla chica desde la comodidad de su living está contribuyendo al rating de tal o cual programa. Esto no puede estar más alejado de la realidad puesto que IBOPE realiza sus mediciones basándose en los people meter – aparatitos instalados en una muestra de 810 hogares distribuidos por Capital Federal, Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza que registran minuto a minuto el consumo televisivo de los habitantes de un hogar.-


A ello habría que agregar que la colecta diaria, como bien dice la página oficial del IBOPE Argentina, difícilmente alcanza a todos los hogares intervinientes, dado que los datos se reciben por línea telefónica y en algunas ocasiones por razones de diversa índole, no es posible establecer la comunicación. Es decir, que ni siquiera se colecta información de la totalidad de esos 810 hogares con equipos instalados. Una última aclaración al respecto que vale la pena dejar asentada para acentuar el limitado alcance del mentado rating: para medir la audiencia en el resto del país sólo se realizan mediciones discontinuas (una o dos veces por año) en Mar del Plata, Santa Fe/Paraná, Bahía Blanca, Alto Valle y Gran Tucumán utilizándose el método de cuadernillo auto-administrado, no los people meter.

Por lo tanto, es muy probable que aquel devoto o detractor de determinado tipo de programa no vea reflejadas sus preferencias en esas mediciones de audiencias que, criticadas o absolutizadas, tanta publicidad y atención merecen semana tras semana, ciclo tras ciclo.

No obstante, no debe creerse que el televidente peca de ingenuidad únicamente. Cada día que pasa los artilugios televisivos son cada vez más y mejor adaptados a las diferentes realidades de aquellos. Con esto último se me viene a la cabeza el odioso ejemplo del reclamo de la presencia de las cámaras por parte de los afectados por situaciones no tan extraordinarias como las protestas sociales o los hechos delictivos.

¿Es que llegamos al punto en el que las manifestaciones sociales solo tienen validez si cuentan si hay un lente captando lo que pasa? Sinceramente creo que esto puede responder a una gran variedad de causas que no pretendo definir taxativamente.

Una de ellas es la profunda desconfianza hacia todo el aparato político a la hotra de actuar como mediador (ni siquiera como solucionador o apaciguador) de conflictos y diferencias sociales.

La otra causa que se me ocurre es esa necesidad de formar parte de algo importante que casi todos tenemos como buenos animalitos de Dios somos. Lo “importante” en estos días que corren está dada por la atención mediática que el hecho despierta; la cobertura más que el acontecimiento en sí. Ojo, la televisión hace rato que se dio cuenta de ello y es por eso que supedita continuamente todo veredicto final a la opinión, al voto del público en general el cual, al parecer, disfruta –en forma participativa o no – de este círculo vicioso que viene a hacer las veces de (y permítanme el término, politólogos) una democracia directa. Eso sí, una democracia sumamente satirizada a la vez que configurada acorde a las diversas líneas editoriales que se esfuerzan por ocultar, en mayor o menor medida, tras un manto de pluralidad objetiva de dudosa independencia respecto de sus efectos redituables.

Sé que este tema es inagotable, por lo que estaría bueno que me acerquen sus impresiones y opiniones al respecto.

6 feb 2011

Serás lo que debas ser, o serás... político


Las traducciones del alemán al español dejan lugar a ciertas "lagunas" que pueden generar controversia. Mil veces escuchamos que si Marx dijo condiciona o determina, o cosas asi. Algo parecido pasa con un escrito de Max Weber, donde la confusión que abre da lugar a la reflexión a continuación: ¿La política como profesión o como vocación?.
Se ha estado hablando del tema últimamente porque con bombos y platillos el PRO anuncia la posible candidatura a Gobernador de Santa Fe de Miguel Torres del Sel, cómico santafesino (y tatengue) al que le elogian más sus piernas con minifalda cuando caracteriza a la Tota que su sapiencia y compromiso social.
Sin embargo, que una figura de afuera (el famoso y conocido Outsider) del ámbito político/partidario busque y/o consiga ocupar un puesto ejecutivo no es una novedad. Ser político es más una profesion, aunque sin dudas que habrá quienes tengan esa vocación. No se estudia para ser político, uno no cuelga en la pared un título habilitante para ser político. Sí, politólogo que no es lo mismo. En nuestro fuero interno será cuestión de pensar (o no) que un título de grado en ciencia política, antropología, sociología, filosofía o lo que sea con un fuerte y profundo bagaje intelectual es aquello que nos permite una estructura de pensamiento más apropiada para llevar las riendas de una sociedad; o que muchos libros y mucha intelectualidad no hace gestores eficientes que resuelvas soluciones prácticas, sino que enriquecen tan sólo una linda tarde-noche tomando café; o que es en el ámbito de la gestión empresarial (les aseguro que esta sola idea hace temblar de horror a mi pobre fuero interno) donde el hombre aprende a ser ejecutivo y eficiente.
La historia democrática de nuestro país nos dice que la mayor parte de los hombres y mujeres que fueron Presidentes, tienen formación universitaria de la rama del derecho: 17 fueron abogados. 2 médicos también. Otros tantos fueron militares (diecisiete), pero bien aclaré que me refiero a la historia democrática, y no a los gobiernos de facto.
La utilización de figuras populares para candidaturas políticas es el menemismo en su salsa. Pizza, champagne y farándula. Varias veces dije que los noventas parecen una época de borrachera donde todo podía tomarse a la joda. Era fácil perder el foco. Casi siempre había un famoso metido en una escándalo con la ley, y en vez de investigar con profundidad el hecho ilícito, nos daban de comer al famoso.
Los deportistas en los noventas ocuparon puestos importantes, y aca no hay dudas: serás el mejor en tu área, pero de ahí a hacer política hay una distancia importante. Algunos siguen hasta hoy (Cerati dixit), como Daniel Scioli que con perfil bajo (o haciéndose el boludo, diría Felipe) se acomodó al lado de cada uno. ¿Y Reuteman? figura-hombre referencia del peronismo disidente, nos gobernó en Santa Fe dos veces y hasta se da el lujo de aparecer nombrado en es escándalo de Wikileaks, pero nunca ganó una carrera automovilísitca. Hugo Porta, un icono del rugby argentino fue Embajador en Sudáfrica y Secretario de Deporte (1996 - 1997).
Sólo destacando figuras del deporte vemos que la política como vocación da lugar a la política como profesión. Se vive de la política, no para la política. Y no me hagan hablar de empresarios multimillonarios que de pronto se les despertó el bichito político y se les ocurrió "ser parte" de algo. Porque en este terreno sí que me peleo con Max Weber, el Estado es todo menos una Empresa. Las reglas de la eficiencia y la maximización de ganancias no tienen lugar cuando lo que está en juego es la vida de la gente. Macri, teléfono.

22 nov 2010

Hitos de una década: Guerra en Irak (2003)



Iba a escribir este post hace por lo menos tres meses. En agosto para ser precisa. El disparador fueron dos películas que vi en pocos días: The Green Zone y Vivir al límite (The Hurt Locker). Ambas referidas a la guerra en Irak, y justo coincidía con el retiro de las tropas de combate norteamericano en suelo iraquí (19/08). Lo que finalmente me terminó de convencer de sentarme y “organizar” mis ideas fue haber visto una tercera película, Hermanos, hace algunas horas.

Cuántas veces caemos en el cliché de Hollywood, en creernos las de los autos volando en mil pedazos, las banderitas flameando, los héroes de guerra. No sé si alguna vez lo dije en este blog, pero son contadas las oportunidades en que he visto películas de la Segunda Guerra Mundial contadas por los norteamericanos. Y no porque haya pocas, je je, sino porque nunca termino de creerle nada a la historia, y si la primerísima historia no me convence, ¿cuál es el punto de ver una película de ese tipo? Claro que quedan exceptuadas todas aquellas que no pretenden que el espectador crea en la veracidad de nada de lo contado; ese ya es otro caso.

Las tres películas a las que hice referencia me dejaron con la impresión de que estamos en un momento, en un año en particular, en que desde el cine norteamericano se esta mostrando al mundo que la guerra en Irak (y tímidamente también se extiende a Afganistán la generalización) tocó fondo. Los argumentos fueron poco creíbles, el fracaso de la “reconstrucción” democrática fue muy evidente, la guerra vivida online no era lo que se esperaba, no sé. Algo ahí no cerró. Y fue inevitable la comparación con Vietnam. Comparación que se evitó por todos los medios posibles pero que estaba ya en la superficie y era difícil de ocultar.

Como Vietnam, la Guerra en Irak marcó a fuego toda una generación, y eso es lo que vi muy reflejado en estas películas. También lo noté en las series policiales norteamericanas (de las que me quejo por ser demasiadas, pero que las veo de tanto en tanto) donde el Stress post-traumático (PTS) está a la orden del día. Si hasta yo que no entiendo nada de psiquiatría ya deduzco cuando la pantalla me esta mostrando un ex soldado que vuelve a su casa y ya no la siente su hogar.

De aquí a algunos años, pensaba yo hace unos meses, vamos a identificar fácilmente a toda esta generación de chicos que fueron a una guerra, dejando familias, amigos, estudios. Quizás tenían convicciones sobre lo que hacían, quizás lo hacían por el interés material (y eso la pantalla nos lo ha mostrado también, como en Leones por Corderos). Sin embargo, el 12 de noviembre se conmemoró en Estados Unidos el día de los Veteranos (también se conmemoraba en Gran Bretaña y en Francia el día del armisticio que daba fin a la Primera Guerra Mundial) y recorriendo una galería de imágenes de The Big Picture -del Boston Globe- me encuentro con que no hace falta tiempo para que eso suceda. Ya están en sus casas de regreso la gran mayoría de los 300 mil soldados, pero también faltan más de 4.400 en sus casas. Son más de 4.400 familias destruidas.

No es una novedad que la guerra es un flagelo. Un horror. Pero las guerras se suceden unas tras otras, se ponen otro disfraz, se llaman diferentes, pero son lo mismo.

Llegando al final de la primera década del Siglo XXI, me pongo a pensar en los símbolos de esta década. En los días en que todos nos acordamos qué estábamos haciendo y cómo nos enteramos de “eso”. La guerra en Irak es el primero de esos hitos que voy a ir rescatando de aquí a fin de año. Y para no aburrir desde el análisis político internacionalista (del que no puedo escapar de todos modos), elijo verlo desde la pantalla. Cómo Hollywood, la industria del cine mainstream, que crea sueños, fantasías, propaganda barata, pochoclada para la gilada, etc., también hay veces que nos muestra un fenómeno latente y que es difícil ignorar. Después, claro, viene el premio-mercancía políticamente correcto en una piscina de champagne de hipocresía, pero eso es parte del mismo juego.


Foto: AP Photo/Charles Rex Arbogast;

27 oct 2010

A penas arreglé con D-pló para ir a almorzar a su casa, sabiendo que vive cerca del Monumento a la Bandera, agarré la cámara de fotos. Hoy murió el ex Presidente Nestor Kirchner (y marido de la actual Presidenta), y le quería sacar una foto a la bandera nacional izada a media asta... todo un símbolo, no?

2 oct 2010

Die Welle


Había abandonado un poco el hábito de ponerme a escribir sobre películas que haya visto recientemente. En parte explica ese abandono el hecho que no estuve viendo muchas películas interesantes, pero sólo en parte.

Anoche vi Die Welle, (la ola, en español), una película alemana de 2008 que me había recomendado Flo, la usina del cine independiente e intelectual del grupo. Si algún lector de este blog está desprevenido, le comento que en un grupo de amigos que estudian Relaciones Internacionales y Ciencia Política abundan las películas con contenido político. Son más las veces que consumimos ese cine, que las veces que nos lobotomizamos con una pochoclera o vemos The Twilight Saga (que no quita que las veamos, con mucho placer y encanto).

En fin. Continúo con mi línea original. Anoche vi Die Welle, la historia de un profesor de Política que en un colegio secundario alemán es asignado para dar como clase especial, un “proyecto semanal”, la Autocracia. Lo que comienza siendo un ejercicio para que los chicos comprendan la esencia de una dictadura termina yéndose bien al carajo. El profesor, Herr Wenger, articula su semana de clases en tres ejes:

- El poder a través de la fuerza y disciplina

- El poder a través de la comunidad

- El poder a través de la acción (*)

La idea principal es que los mismos alumnos creen que una dictadura es imposible en una sociedad como la alemana de hoy, que ya se ha aprendido de los errores del pasado y que los ciudadanos son más inteligentes hoy como para dejarse arrastrar por un movimiento de esa naturaleza.

No sólo se ve en la película cómo en una semana pueden cambiarse esas preconcepciones, sino que (creo que aquí radica el valor de la película) nos muestra que repetir frases no es vivir de acuerdo a valores democráticos. La fraseología democrática está a la orden del día, con discursos que llaman a defender la democracia ecuatoriana, en contraste con el escaso ejercicio democrático que mostramos en nuestro propio país.

Muchos ya lo dijeron y lo reflexionaron por nosotros, las formas de gobierno están muy cerca unas de otras. Es muy delgada la línea que separa una Monarquía de una Aristocracia, una Dictadura de una Democracia. La zona de los grises es la más peligrosa de todas me parece…

Sucede que muchas veces conocer las reglas de juego nos permite acomodarlas a nuestra voluntad. ¿A qué me refiero? Bueno, en primer lugar a que la gran mayoría estamos de acuerdo en que es mejor vivir democráticamente que de otro modo, pero evidentemente hay quienes no lo creen así. Sin embargo, la defensa ciega de la institucionalidad democrática no nos debe velar el hecho fundamental que siempre se puede mejorar un poco más. No nos conformemos con una democracia a medias, a eso me refiero.

Por otro lado, esta defensa de la institucionalidad es un arma de doble filo, porque traza un límite muy preciso fuera del cual se es anti-democrático (y recordemos que la mayoría estamos de acuerdo en que preferimos vivir democráticamente). Sea una democracia a medias, una democracia plena o una democracia formal, tan pronto como un “ousider” la amenaza o la desestabiliza, el valor supremo de la Democracia es lo que debe ser defendido. Esto lleva a alineamientos políticos que en otro caso serían impensados, como sectores opositores o incluso referentes políticos antagónicos defendiendo una institucionalidad democrática que, diariamente, en realidad retrucan.

El trazado de fronteras es siempre un acto excluyente, eso es algo que se puede ver muy claramente en La Ola y que lo está al alcance de nuestros ojos permanentemente. La propia creación de nuestra identidad está basada en el trazado de fronteras, todo lo que somos puede ser definido por lo-que-no-somos.


(*) La película está en parte basada en una historia real, un ejercicio que en 1967 llevó adelante un profesor en California y que él denominó "La tercera ola".

24 ago 2010

Sensación de (in)seguridad


En los últimos meses una idea me estuvo dando vueltas por la cabeza, aún sin forma definitiva, que podía (o no) terminar siendo un largo post sobre política. De esos que cada tanto me siento a escribir conscientemente y que comparto con ustedes.

El primer disparador fue la foto que ilustra esta entrada. Sacada en el corazón del snobismo porteño: la plaza Serrano en Palermo Soho. Allí hay carteles que por todos lados nos indican que por nuestra tranquilidad, se filman todos los movimientos. En caso de encontrar algo irregular o una actitud sospechosa (supongo que) intervendrían las fuerzas de seguridad correspondientes. Vendría a ser la policía metropolitana.

También esos videos de algún modo toman publicidad y los noticieros disparan imágenes de robos y persecuciones. En algunos casos nos muestran cómo las fuerzas de seguridad logran interceptar a los ladrones, en otros parecieran emitir esos videos sólo para mostrarnos lo al pedo que están las cámaras. No me extrañaría un (ponele) Andino diciendo “miren cómo a pesar del funcionamiento de las cámaras de seguridad los ladrones se escapan, y la vícima relata… y la policía nunca llegó… y los vecinos piden seguridad”. Así ad infinitum.

Entonces me genera el cuestionamiento sobre la utilidad real de que el espacio público sea monitoreado 24 hs en busca de hechos irregulares. La premisa fundamental de toda esta movida es que cada ciudadano es un potencial delincuente. Y que la seguridad del ciudadano no-delincuente (“el vecino honrado que paga sus impuestos”, como si no hubiera hijos de puta que tienen las cuentas en blanco) es la prioridad para el Estado, por eso decide intervenir en ese espacio público para alterar de algún modo un status quo que no conviene a nadie. Bueno, en principio no está mal tomar las decisiones políticas que el electorado te demanda.

Estaría bueno, de todos modos, que los porteños aprendan de una vez por todas que la Argentina no termina en la General Paz. Y los argentinos del interior seamos críticos a la hora de consumir la información ultra-masticada que nos mandan desde la capital. Si nuestra realidad se asemeja, o no, a la que reproduce ad infinitum ese canal de noticias (24 hs, hiperinformación innecesaria) es la condición previa para después andar repitiendo discursos y comprando candidatos hechos para la ocasión.

La cuestión es que las cámaras de seguridad en espacio público son una idea panóptica que no me cierra. Para nada. Me suena a lógica totalitaria, me da ganas de ver V for Vendetta y recomendarle a todo el mundo que lea Vigilar y Castigar de Michael Foucault (con una nota al pie que diga la siguiente recomendación: Foucault te puede sembrar la semilla de la paranoia, ojo.).

De todos modos, aún sintiéndome incómoda con esta securitización del pensamiento ciudadano, me terminé de convencer de que definitivamente este NO es el camino que me gustaría que siga mi país. En la naturaleza de las medidas que tomó el Gobierno francés para controlar la inmigración de gitanos (más precisamente Búlgaros y Rumanos), encuentro el origen de mi inconformidad.

Estas medidas represivas y francamente discriminatorias se fundamentan en la siguiente lógica: Como Estado de Derecho (Francia, pero podría ser cualquier país) es totalmente respetuoso de los Derechos del Hombre, dado que busca garantizarlos y preservar el derecho a la seguridad, el primero de los Derechos del Hombre (Aquí la fuente original).

No creo que el derecho a la seguridad sea el primero de los Derechos del Hombre. Esa presunción dejémosla para Hobbes y el estado de naturaleza. No soy una persona naïf, no vivo en una nube de pedo ni creo en que la humanidad sean un montón de ositos cariñosos saltando de la mano de un arco iris a otro. Pero tampoco me gustan las lógicas de suma cero. No me resigno a vivir pensando que, para garantizar mi seguridad, el Estado (que no es más que la voluntad mía y de todos los otros) tiene que presuponer que cualquier ciudadano es un potencial delincuente que está solamente esperando la señal para saltarnos encima.

Terminar reduciendo problemas hondísimos de una sociedad a la deriva a unproblema de seguridad, forma elegante de definir un “ellos” que nos amenaza, me suena a concebir a los ciudadanos-televidentes como agentes pasivos que se comen lo que les damos y votan lo que les decimos. Lamentable.

2 jul 2010

Interrogante.

¿Se pusieron a pensar, seria y conscientemente, las consecuencias que puede traer cualquiera de los dos resultados del ADN de los Noble Herrera?
Si es positivo, si efectivamente -como se sospecha- son hijos de desaparecidos apropiados. No apropiados por cualquier ciudadano, sino por un matrimonio con un rol político fundamental como es la propiedad de medios de comunicación. Sería el cinismo en estado puro. Nos arrojaría en la cara una verdad durísima para procesar como argentinos, porque mientras gran parte de la sociedad civil argentina apoya y sigue la búsqueda de los niños apropiados, y el diario Clarin (y todo el multimedios) cubría esas noticias, se estaría ocultando la verdadera identidad de dos de ellos.
Si es negativo, el Estado hizo uso del controvertido derecho a la toma compulsiva de prueba de ADN contra la voluntad de las presuntas víctimas. Son los hijos del matrimonio Noble-Herrera quienes públicamente hicieron saber que, si bien tienen derecho a conocer su identidad, no tenían voluntad de ejercerlo. Aún si legalmente se le encuentra la vuelta al derecho de toma compulsiva de ADN, es un tema sumamente complicado con aristas sociales y políticas que sobrepasan por mucho el plano legal.

Entre euforia mundialista, los brasileros volviendo a casa, los uruguayos festejando con mate para todo el mundo, (también, por qué no) Nadal en la final de Wimbledon, yo vengo con estas preguntas... y si,hay que hacerse un ratito para pensar un poco más allá de los titulares.