Permítanse aceptar mis disculpas del caso y dense la oportunidad de repensar el actual vínculo
que nosotros, seres urbanitas, mantenemos con el mejorbarómetro - aunque dista mucho de ser un espejo fidedigno - de nuestra vida cotidiana que es la instaladísima y mal llamada caja boba.Prácticamente todos los días en los diferentes canales escuchamos decir frases como "por decisión de la gente" o "momento histórico" refiriéndose, la gran mayoría de las veces, a sucesos más bien anecdóticos cuya trascendencia, medida cuidadosamente minuto a minuto, no llega a superar más que un par resúmenes super-editados por parte de programas hechos sobre la base de tapes ajenos a falta de contenido propio.
Pero como bien dice el viejo dicho: la culpa no es del chancho sino de quien le da de comer. Con esto quiero apuntar la mirada hacia el otro lado del show mediático: el televidente, la audiencia, el público.
Por ejemplo, es extendida la creencia en el mito de que cualquier sujeto que enciende la pantalla chica desde la comodidad de su living está contribuyendo al rating de tal o cual programa. Esto no puede estar más alejado de la realidad puesto que IBOPE realiza sus mediciones basándose en los people meter – aparatitos instalados en una muestra de 810 hogares distribuidos por Capital Federal, Gran Buenos Aires, Rosario, Córdoba y Mendoza que registran minuto a minuto el consumo televisivo de los habitantes de un hogar.-
Por lo tanto, es muy probable que aquel devoto o detractor de determinado tipo de programa no vea reflejadas sus preferencias en esas mediciones de audiencias que, criticadas o absolutizadas, tanta publicidad y atención merecen semana tras semana, ciclo tras ciclo.
No obstante, no debe creerse que el televidente peca de ingenuidad únicamente. Cada día que pasa los artilugios televisivos son cada vez más y mejor adaptados a las diferentes realidades de aquellos. Con esto último se me viene a la cabeza el odioso ejemplo del reclamo de la presencia de las cámaras por parte de los afectados por situaciones no tan extraordinarias como las protestas sociales o los hechos delictivos.
¿Es que llegamos al punto en el que las manifestaciones sociales solo tienen validez si cuentan si hay un lente captando lo que pasa? Sinceramente creo que esto puede responder a una gran variedad de causas que no pretendo definir taxativamente.
Una de ellas es la profunda desconfianza hacia todo el aparato político a la hotra de actuar como mediador (ni siquiera como solucionador o apaciguador) de conflictos y diferencias sociales.
La otra causa que se me ocurre es esa necesidad de formar parte de algo importante que casi todos tenemos como buenos animalitos de Dios somos. Lo “importante” en estos días que corren está dada por la atención mediática que el hecho despierta; la cobertura más que el acontecimiento en sí. Ojo, la televisión hace rato que se dio cuenta de ello y es por eso que supedita continuamente todo veredicto final a la opinión, al voto del público en general el cual, al parecer, disfruta –en forma participativa o no – de este círculo vicioso que viene a hacer las veces de (y permítanme el término, politólogos) una democracia directa. Eso sí, una democracia sumamente satirizada a la vez que configurada acorde a las diversas líneas editoriales que se esfuerzan por ocultar, en mayor o menor medida, tras un manto de pluralidad objetiva de dudosa independencia respecto de sus efectos redituables.
Sé que este tema es inagotable, por lo que estaría bueno que me acerquen sus impresiones y opiniones al respecto.